El Leviserio o Revisorio
En una de las dependencias de la “Cueva de Quicaví” los brujos mantienen una instalación conocida con el nombre de “Leviserio” o “Revisorio”, destinada a dar respuesta satisfactoria, a todas aquellas preguntas que los consultantes formulen al brujo encargado de su manejo. Estas consultas se refieren generalmente a enfermedades, traiciones, daños de diversa índole, robos, etc.
Los interesados, a quienes previamente se les da de beber un brebaje alcohólico, son conducidos por una galería mantenida en la penumbra e introducidos a una pieza obscura. De pronto el brujo, que hacía de guía, enciende una vela pegada en el borde de una amplia fuente oval, aparentemente suspendida. Invita a los consultantes a acercarse a un costado de ella y a formular sus preguntas, mirando fijamente la vela. En el lado opuesto, con su rostro iluminado por la vela, el brujo pronuncia frases que aparte de la palabra “Alhué” (Demonio), sólo él comprende y después de un breve silencio, durante el cual mantiene a los consultantes bajo su mirada, lanza un puñado de piedrecillas al centro de la
fuente y pide a los temerosos concurrentes, que dirijan la vista a las figuras retratadas en el espejo de las aguas y traten de reconocer en ellas a las personas causantes del daño, cuyos rostros, figuras y sitios donde se encuentran señala con un largo puntero.
Una vez tranquilizadas las aguas, se repite la escena, echando ahora en sitios distintos, dos piedras de mediano tamaño, que se hunden, aparentemente sin tocar el fondo del Leviserio, que se supone de profundidad igual a la del océano y en comunicación con él. Por tercera vez, el brujo arroja, ahora cuatro piedras, que dice corresponden a los cuatro confines del mundo, transmitiendo nuevos detalles que interesen a los visitantes: órganos afectados por una enfermedad, sitios donde se encuentran las especies hurtadas, etc.
Terminada la consulta, se regresa al exterior y una vez en la antesala se reciben los honorarios, que han ido subiendo de acuerdo al número de preguntas formuladas a la maravillosa máquina computadora, obediente a los actos del brujo, hechos de acuerdo al ceremonial.
No está demás anotar la estricta prohibición de revelar lo visto, oído y acontecido.