Las Luminarias
Numerosos pueblos de la Tierra, celebraron y aún algunos celebran el solsticio de verano. Ese instante, digámoslo así, en que un hemisferio terrestre se encuentra mejor expuesto a los rayos del sol.
Este acontecimiento dio motivo en muchas épocas a diversas ceremonias, con ritos aparentemente distintos, pero que en el fondo, todas ellas se refieren a ese importante e impresionante fenómeno, a partir del cual el sol irá alejándose y junto a ello, después de la maduración de los frutos, marchitando todo lo que sobre la tierra crece.
Las fiestas solsticiales de verano, practicadas en forma de fogatas o luminarias (aunque seguramente, se efectuaron luminarias con otros fines), se hacían, con toda probabilidad, con el objeto de devolver al sol su fuerza y potencia, manifestarle su gratitud, atraer su simpatía o también para alejar, especialmente con el fuego, a los malos espíritus causantes de su huida, de la disminución de las cosechas y de los males que aquejaban a la tribu.
Las fechas de ejecución de estas ceremonias, no siempre coincidieron con el fenómeno solsticial; algunos pueblos las celebraron durante la recolección de las siembras, etc. En Chiloé, esta ceremonia se efectuaba en otoño, después de las cosechas. Se dice que uno de los sitios más socorridos para tal celebración, era el lugarejo de Quetalmahue (de cuthal=fuego y hue=lugar, es decir, lugar de fogatas). Los datos recogidos al respecto son muy escasos; aunque en algunos sitios, se efectúan actualmente, pero como simples fogatas, desprovistas de todo ceremonial.
Las luminarias se hacían, según algunos de mis informantes, durante la época “de abundancia de comida”, después de las cosechas. A las llamas de las fogatas que ardían en los cerros cercanos al mar, se arrojaban trozos de animales o sus productos, por ejemplo lana, etc., también semillas de linaza, de papas, etc. a modo de ofrenda a esa fuerza maravillosa que favorecía la vida en todas sus manifestaciones, o con el objeto de purificarlos de los contactos nocivos de las fuerzas malignas.
Estas fiestas solsticiales de verano e invierno, constituyen hoy, para varios grupos humanos, motivos de celebración especial. Son utilizados, entre otros aspectos, como símbolos para recordar que así como la Naturaleza, a partir desde las mencionadas fechas, experimenta notables cambios; también deben producirse cambios en la mente de los seres humanos; procesos que, gracias a los esfuerzos renovados, conducirán hacia metas de superación moral e intelectual con el único objetivo de conseguir una humanidad mejor, en la cual reinen la justicia, la paz y el amor para que todos los hombres lleguen a sentirse, por fin, libres, iguales y hermanos.