Una Venganza de los Brujos

Para transcribir el verdadero sabor de esta ceremonia, voy a copiar parte de una carta, que me envió una informante, doña Tránsito Pérez, de la localidad de Qinchao, hace veinticinco años y que conservo en mis archivos.

Dice así:

“Sopló un Viento Sur y a la madrugada había asomado mucha lamilla y jibias, cuatro muchachos que se levantaron antes del amanecer, se dirigieron con sus horquetas y machetes para matar jibias y juntar lamilla para el abono. Cuando iban pasando por un bosque a orillas del camino sintieron que a distancia venía un grupo de gente y una persona que se lamentaba; saltaron un foso los cuatro muchachos a orillas del camino por donde pasaría la caravana, se tumbaron y se taparon la boca y vieron pasar a un grupo de más o menos veinte hombres, llevando varas sobadas en las manos, entre ellos una mujer cubierta con una mortaja negra y una toca blanca, que sollozaba a cada azote y murmuraba palabras imperceptibles. Cuando la caravana se hubo alejado, los cuatro muchachos se desvistieron apresuradamente y se pusieron la ropa al revés y se lavaron la cara con sus propias aguas, para evitar los malos contactos y se lanzaron a perseguir donde iban los brujos con su muerta. Cuando estuvieron cerca de la casa de ella, se detuvieron con la muerta y oyeron que decían llama a tus hijos, que te defiendan ahora y dejaban caer fuertes
varillazos, sobre las espaldas de la difunta. Antes de retirarse, le ordenaron venera a tus hijos y despídete de ellos y enseguida se retiraron pasando por el bosque espeso, se dirigieron a una quebrada solitaria. Ya amanecía y los muchachos se devolvieron al camino, cuando ya subía el sol se encontraron con una pareja de policías que venían del pueblo, dieron cuenta del hecho porque ellos les preguntaron por qué estaban tan pálidos y asustados, se dirigieron al panteón a la tumba de la muerta, desenterraron la urna la cual se encontraba vacía, la volvieron a tapar y guardaron silencio”.