La Vaca Marina
La vaca marina, recorre infatigablemente los intrincados canales chilotes paseando su figura de vaca obesa, con retorcidos cuernos y ojos brillantes y luminosos, nadando muy veloz, impulsada por sus patas en forma de grandes aletas, semejantes a la de una foca.
Cuando divisa un toro terrestre de su agrado, sale presurosa del mar y entre carreras y saltos, “haciendo auto”, rompe cercos y alambradas, hasta llegar junto, a su elegido. El toro, como embrujado, ante la presencia de tan raro como incitante ejemplar de hembra no resiste a sus requerimientos y se entrega a disfrutar con ella, una sesión amorosa.
Una vez satisfechos sus deseos la Vaca Marina, regresa hacia el mar recorriendo el mismo camino por el que llegó. Se aleja orgullosa y despectiva, sin dar, tan siquiera, una última mirada hacia el sitio, donde se demostró tan enamorada como tierna e insinuante.
El toro quedó trastornado y ahora sólo atina a bramar y bramar, mirando fijamente, con ojos lánguidos, hacia la playa por donde apareció y se fue su amada, para perderse en el mar y no retornar jamás.
Día y noche, se oyen los bramidos lastimeros del desafortunado toro: ya ni pasta y apenas si se mueve, con la vista clavada hacia el mar, seguramente porque abriga la esperanza de que en cualquier momento, ella puede regresar.
Todas las otras hembras le son indiferentes y aunque pasan junto a él, ya no las ve, no las siete, ni despiertan en su cuerpo el más mínimo síntoma de su, otrora pujante virilidad.
La pérdida de sus cualidades de macho, es decir, la impotencia, constituyó, el precio de su aventura amorosa, con aquel ser tan extraño, como diabólico. Y ahora en su futuro, ya no figuran las hermosas vacas, especialmente elegidas para él, sino el cruel y afilado cuchillo carnicero.
El toro, por supuesto, ignoraba que la Vaca Marina continúa realizando en su raza, los deseos de exterminio de las especies terrestres, que sustentaba ese enemigo implacable y poderoso, la culebra Coicoi.
En todos las seres de la creación, se observa casos de impotencia, coendi o generandi, en ambos sexos; deficiencia que es más ostensible y dramática, desde luego, en los pertenecientes al género masculino. Al no poder explicar satisfactoriamente este fenómeno, se creó el mito de un ser extraordinario y maléfico, la Vaca Marina, en este caso; que al relacionarse con el toro, dejaba al infeliz animal, incapacitado para enfrentar a las hembras: explicación poco científica de la impotencia, pero satisfactoria para su época.