El Puyo

El Puyo, es el padre de los más variados tipos de monstruos, que aparece con no poca frecuencia en el ganado y constituye, según el mito, la encarnación del espíritu del mal.

Existe igual variedad de Puyos como de animales, siendo el más conocido, “el Carnero Puyo” (de puyo=ciervo, venado),
que nació de una oveja descarriada, en cruce con un chivo embrujado. Es un feo carnero color gris amarillento, bisexuado, de tres patas y dos cabezas, con largos y retorcidos cuernos.

En las noches tempestuosas, anunciado por luminosos relámpagos y el retumbar de sonoros truenos, el Carnero Puyo, baja del cielo, siguiendo el camino de un rayo y se detiene en la cima del cerro más alto; desde allí se desliza vertiginoso, por lomas, bosques y quebradas, hasta llegar al valle. Una vez aquí y protegido por el ruido que produce el viento al golpear las casas y los árboles, penetra sigiloso a los corrales, donde se guardan las ovejas y engendra en las hembras de su agrado, seres contrahechos y monstruosos.

Esa misma noche, el carnero del rebaño, no pudo disfrutar del reposo reparador, porque una hembra maravillosa le regaló infinitas e incomparables delicias. A ella, no la había visto nunca y jamás la volverá a ver; pero su recuerdo persistirá, a través de algo extraño, que a partir desde aquella noche de ensueño ocurrió en su organismo, que sólo le permitirá engendrar monstruosidades.

Antes que despunte el alba, el Carnero Puyo, a pesar de sus tres patas retorcidas, se aleja a velocidad indecible, deslizandose por el aire a ras de suelo, hasta llegar al pico más alto de la cordillera, en donde se detiene unos instantes, a contemplar el valle y después se eleva al cielo, a esconderse tras las nubes. Durante el invierno y al atardecer de ciertos días grises suele mostrar el carnero Puyo, su poblado vellón dibujado y semioculto entre los densos nubarrones del cielo austral; presagiando, con ello, una próxima y fuerte tempestad.

El cruce reiterado entre los descendientes de un mismo tronco, permite aflorar las monstruosidades, que en germen existen en toda la escala animal y que por fortuna, la mayoría presenta carácter hereditario recesivo.

El Puyo, tuvo su origen, sin duda, en el afán de dar una explicación satisfactoria, al nacimiento de estos seres anormales, que la naturaleza entrega cada cierto tiempo. Y posiblemente también a los casos correspondientes a mutaciones.