La Piruquina

(piru=gusano y quina=generación)

Culebra de proporciones gigantescas y de vida muy fugaz; se origina en las entrañas de la tierra y demora alrededor de treinta años en adquirir su completo desarrollo. Llegado este momento, emerge de la superficie de la tierra, en el claro de un bosque, alejado de las zonas pobladas, produciendo un breve temblor. En este lugar, la tierra pastosa se eleva lentamente más y más, hasta formar un montículo de regular tamaño, que bruscamente se abre dejando percibir un fuerte chasquido: de inmediato aparece la cabeza del monstruo, que otea, con sus grandes ojos, hacia uno y otro lado. Si logra divisar a un ser humano o animal, lo inmoviliza con su mirada hechicera, matándolo instantáneamente.

Una vez que ha logrado sacar a la superficie la totalidad de su cuerpo cilíndrico, cubierto de rojas escamas, sufre un rápido cambio de tonalidad, adquiriendo color terroso y a los pocos momentos se desintegra, dando origen a multitud de inofensivos gusanos, que culebrean en la tierra blanda, recién removida.

Los antiguos habitantes de las cercanías de la ciudad de Castro, recuerdan haber oído contar a sus mayores, la aparición de la Piruquina en las vecindades de un lugar que hoy lleva su nombre.

Este mito se refiere seguramente, al eterno proceso de transformación de todo lo que existe en la Naturaleza: la Piruquina, nace de la tierra como un ser bien definido, que después de desintegra dando origen a otros seres diferentes, los cuales a su vez, se integrarán a la madre terrenal, etc.

Un montículo abundante de gusanos, puede corresponder a los restos de un animal muerto, por algún mal intencionado, que trató de ocultar su delito y en base a ello, la superstición habría ido creando el mito.