Ayudar a bien Morir
Cuando un anciano, pongamos por caso, siente que se acerca su última hora en este mundo hace llamar a un “curioso”, para que “le ayude a bien morir”. llegado el momento oportuno, el “curioso” se acerca a la cama del moribundo y pide a todos los presentes que se alejen de la habitación y le cierra puertas y ventanas. Acto seguido, pide al anciano, relate todos los malos actos y fechorías cometidas en el transcurso de su existencia sin guardarse ninguna; ayudándolo con discretas preguntas, cuando aprecia cierta reticencia. Una vez producido este vaciamiento espiritual le pide proceda a comunicarle, en voz alta, para que sea oído por los que permanecen en la pieza contigua, el reparto de todos sus bienes materiales. Asignando, por supuesto, cierta cantidad al “curioso”, correspondiente al pago de sus servicios profesionales.
Ya despojado el cliente, de la carga de todos sus bienes espirituales y materiales, debe acompañar al “curioso” en una oración para rogar a Dios, el perdón de sus malos actos y le brinde la felicidad eterna.
A continuación, ordena al moribundo, que abra bien la boca para extraerle por ahí el alma y pueda morir en paz; realiza con las manos una serie de movimientos como ayudando al alma a desprenderse del cuerpo junto con el aliento; pidiendo al mismo tiempo en alta voz, a esa alma que abandone ese cuerpo, que ya no le pertenece y salga definitivamente. “Ya tu alma sale, José Antonio, dice el “curioso”, te abandona y sientes que a medida que va saliendo, tú vas muriendo; ya no eres capaz de mover tus brazos ni tus piernas y tus ojos no ven la luz…. Ya…. José Antonio, tu alma salió y tú estás muerto y puedes descansar en paz”.
Una vez que el “curioso”, logró sacar sin dolor, el alma del cuerpo de su cliente abre puertas y ventanas para que ella abandone la casa y vaya a juntarse con las otras almas de los muertos, en el sitio que le corresponde. Con una “pichana”, escoba rústica hecha de un gancho de arrayán, barre con energía, todos los rincones de la pieza, especialmente bajo el catre exhortando al alma, que se vaya, deje en paz al muerto y no cause molestias a los vivos. Después de mucho barrer el piso, las paredes y el aire, logra por fin expulsar al ánima de la casa; dando por terminada su labor, no sin antes transmitir a los familiares la última voluntad del finado, el reparto de sus bienes y reclamando la parte que corresponde a sus honorarios, se aleja tranquilo, convencido de haber ayudado a morir en paz a un semejante y de enviar su alma al sitio destinado para ellas.
En muchos pueblos de la Tierra, existen estos “curiosos”, que en formas diversas, realizan una labor de bien social; permiten al moribundo, una muerte con una conciencia tranquila, la distribución armónica de sus bienes y por último, liberan a los vivos del temor a las ánimas de los muertos.