El Peuchén

Se describe el Piuchén o Peuchén, como una culebra voladora, que emite agudos silbidos. Su presencia ocasiona gran pánico, que pronostica la muerte de quienes tienen la desgracia de contemplarlo.

Vive de preferencia en los lagos y ríos, siendo una mezcla cambiante, con cierto aspecto humano, horrible de forma, de serpiente, ave, pez, cuadrúpedo con el cuerpo cubierto de pasto, arbustos y cilindros retorcidos a modo de ganchosos cuernos; también se asemeja a una rana y a un murciélago. Su longevidad es asombrosa y posee una fuerza tal que es capaz de derribar alerces, tiques y otros árboles gigantes de la zona, sin el mayor esfuerzo, cuando su furor así lo determina. En otras ocasiones, puede levantar olas enormes, haciendo zozobrar a las embarcaciones; como suele ocurrir, con bastante frecuencia, en las obscuras aguas del lago Huillinco.

Su cuerpo de aspecto inverosímil, despide una substancia irritante, que transmitida por el agua y el viento produce en los seres humanos, una erupción semejante o idéntica a la sarna (explicación del origen de las enfermedades cutáneas).

La descripción anatómica del Peuchén, parece indicar la degeneración de un estado y la aparición de otro nuevo, sin que se interrumpa el proceso vital. A la perspicacia de algunos de los privilegiados que existen en todos los tiempos y rincones del mundo, pudo no pasar inadvertida, ciertos aspectos evidentes del proceso de evolución o involución de la materia viva, en su eterno camino de transformación, evolución o mutación. El Peuchén, como ya quedó indicado es algo indefinido o informe y nos dice mucho sobre este proceso fundamental.

Siguiendo la línea planteada, pero en camino distinto, debemos recordar que en cierta época de su existencia, el hombre, se consideró en el mismo plano de los demás seres animales o plantas y no estableció diferencia alguna entre su persona y ellos. Sólo mucho más tarde, cuando logró sustraerse de las influencias que lo ligaban a la Naturaleza, fue creando un vallado, cada vez más alto y definido, entre él y el resto de todo lo creado. Esta idea la encontramos representada en numerosas alegorías de los aztecas, mayas, incas y diversos otros pueblos del mundo antiguo.

El Peuchén, que en determinado momento, puede transformarse en animal, planta, hombre o mostrar caracteres de todos ellos, resume en cierto modo, esa etapa en la cual el hombre luchó por evadirse del Paraíso y desprenderse de las cadenas que lo mantenían prisionero, a merced de la Naturaleza, desempeñando un papel meramente pasivo, sin tomar conciencia de sus propias posibilidades.

La Ontogenia, nos dice que dentro de nosotros llevamos todas las etapas de la evolución, desde el ser unicelular o antes, hasta el pez, el anfibio, el reptil, etc. Todo está dentro de nosotros mismos, en su forma y también en su espíritu. Somos una síntesis del Universo. Todo ello lo vemos, y lo sentimos fuera de nosotros, pero ya se dijo, también está formando parte de nosotros, aunque su existencia, no impresiona nuestra conciencia.

Demás está decir que todas estas lucubraciones, hay que adaptarlas de acuerdo a los alcances de la mentalidad del hombre primitivo. Ahora en cuanto al hombre actual, podemos aprovechar este mito, para recalcar que la meta y el esfuerzo de todo individuo, debe consistir en desarrollar al máximo el verdadero ser humano; para que logre aflorar por encima de todas las otras etapas inferiores que están dentro de nosotros mismos.