El Ñanco
Ave de mal agüero, color plomizo, suele pararse en una de las estacas del cerco frente a una casa de campo. Si nadie la espanta, permanece casi inmóvil durante largo tiempo; mostrando altanero su reluciente pechuga de plumaje blanco, muy erguida y con la mirada de aguilucho, siempre atenta y dirigida hacia la casa y sus alrededores.
Los residentes aborrecen a este altivo pajarraco, porque su presencia anuncia una próxima visita de la muerte que saldrá de la casa llevándose, por lo menos, a uno de sus atemorizados ocupantes.
El Ñanco o Ñancu, es un ave de rapiña de pequeño tamaño, de aspecto altivo y de hábitos solitarios. Dicen que tiene tal astucia, que nadie la puede cazar con el “llame”.
Entre los antiguos araucanos, era un tótem, muy destacado y preferido por muchos de ellos y así, más de un cacique llevó con orgullo el nombre de esta ave, sintiéndose al mismo tiempo, descendiente de ella y por tanto dotado de sus características de firmeza, astucia y altivez.
Estas aves se alimentan especialmente de ratas y es ésta y no otra la razón, por la cual permanecen tanto tiempo, frente a las casas: están en acecho, esperando la salida o llegada de alguno de estos roedores par darles inmediata caza.